Renzo Rossello



1-¿Dónde escribís? 

Todavía no logré alcanzar los objetivos Virginia Woolf en la vida: no tengo cuarto propio, ni una renta de 500 libras al año (o el equivalente de 2014 en moneda nacional). Vivo en un pequeño apartamento en el centro de Montevideo y suelo escribir en el comedor, que es donde además tengo mis bibliotecas.

2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

Desde que comencé a escribir en mi adolescencia escribo una primera versión manuscrita. Con el tiempo fui sedimentando una conducta obsesivo compulsiva respecto a los útiles de escritura: cuadernos con renglones pequeños, con espiral, lapicera de tinta líquida 0.5 de color negro. Las ideas y notas pre escritura las tomo en una libreta Moleskine de hojas lisas, regalo de una querida amiga y colega que atesoro. Mi esposa ya calmó mi ansiedad ante el inevitable fin de esa querida Moleskine y me regaló otra de bolsillo. Una vez que tengo un borrador manuscrito, y generalmente luego de un largo periodo de cajón, trabajo en la computadora, una notebook Toshiba que tengo desde hace unos cinco años. Antes lo hacía en la computadora que compartíamos con mi esposa, y antes de las computadoras lo hacía en una Olivetti portátil que debe andar por ahí todavía.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Trato de escribir todas las mañanas, de lunes a viernes entre las 9 y las 11.30. En ese horario estoy solo en el apartamento, bueno, no tan solo, la gata suele acompañarme sin hacer mayores comentarios. A veces es terrible la interrupción de los sábados y domingos, pero las rutinas de fin de semana y de trabajo no me permiten otra cosa.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Lo curioso es que cuando, por alguna circunstancia fortuita, dispongo de más tiempo no puedo escribir más de dos horas por día. Mi concentración se rompe con facilidad, es un proceso que nunca pude entender mucho. Soy capaz de escribir una nota periodística en medio de una plaza pública -de hecho, he escrito algunas notas en esas y peores condiciones- y no me distrae nada. Pero cuando pretendo escribir ficción el vuelo de una mosca hace pedazos mi foco de atención.

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

No me observo demasiado, pero suelo tomar mate bien amargo mientras espero que llegue el flujo a la punta de la lapicera. Dejé de fumar hace poco más de tres años, pero cuando lo hacía fumaba dos o tres cigarrillos, a veces los dejaba consumirse solos en el cenicero. Pero también he notado que mejoró mi atención al dejar el tabaco.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Cuando he llegado a una versión "limpia" del texto trato de que lo lea otra persona, mi esposa suele ser una víctima en su carácter de "lector común", y también algunos amigos que escriben y de los que estoy dispuesto a aceptar todo tipo de crítica.  Pero en lo íntimo siento que uno da por terminado un texto, sea un cuento o una novela, cuando ya se siente incapaz de volver a él. No me gusta releerme y es difícil que lo haga. Hemingway decía que un libro terminado es un león muerto, haciendo abstracción de la literalidad de la metáfora en su caso (matar a un león, un crimen aberrante), tiendo a compartirlo.

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Vivo rodeado de libros, algo que inquieta a mi esposa que comienza a sentir síntomas de asfixia por falta de espacio para más volúmenes. Leo a veces dos o tres libros en forma alternada, siempre y cuando no sean del mismo género -una novela y un ensayo, narrativa e Historia, cuento y sociología, etc.- además de la tonelada diaria de información que consumo por razones de trabajo.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

El libro que me gustaría leer por los comentarios que me han hecho queridos amigos que son además excelentes lectores, es "La casa de hojas", de Mark Danielewski. Lamentablemente, a la aldea no llegan ciertas delicatessen editoriales como esta. Otro libro que espero poder leer o experimentar con el debido detenimiento es el Libro Rojo  o el Libro de los Sueños de Carl Jung.

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Cinco es un número olvidado en mi biblioteca, haré un esfuerzo pero no aseguro nada. Toda la obra completa de Edgar Allan Poe (y ya son dos volúmenes enormes en la edición que hizo Julio Cortázar); Tao Te Ching; cuentos completos de Jorge Luis Borges (y cuenta como un solo volumen, vamos); cuentos completos de Juan Carlos Onetti, más Los adioses, más El Pozo, más La vida breve, más El astillero (es increíble lo que entra en un solo volumen); El largo adiós y El sueño eterno, de Chandler; L.A. Confidencial, de Ellroy, más La Dalia Negra, más América, más Seis de los grandes; Némesis, de Jo Nesbo; El extranjero, de Camus. ¿Qué, ya pasé los cinco? ¿Y qué hago con Hemingway, Faulkner, Felisberto Hernández, Hammett, Osvaldo Soriano, J.G. Ballard, Stephen King, Henry Miller? ¡Cormac McCarthy! Bueno, lo intenté.

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

En la categoría sobrevalorados hay buena parte de los autores modernos, sobre todo vivos y principalmente con premio Nobel. En ejemplos más cercanos, Eduardo Galeano me parece el perfecto ejemplo del escritor sobrevalorado. Del mismo modo, la lista de los infravalorados es tan extensa que sobrepasa largamente a la categoría anterior. Y para no irme muy lejos tampoco, pongo el ejemplo de Felipe Polleri, como el de un autor escasamente valorado y marginado para el público. Algo similar pasaba hace años con Mario Levrero, que en Uruguay era sistemáticamente ignorado y continuó siéndolo hasta que lo "descubrieron" afuera.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

Tiendo a representar mis mecanismos de escritura creativa del siguiente modo. En el último piso, en el penthouse digamos, vive el tipo que escribe. El que trabaja, sale a hacer las compras, comparte algunas de las tareas domésticas como cocinar, paga las cuentas, habla de fútbol con los vecinos y, eventualmente, ve partidos con compañeros, es capaz de mantener una conversación de ascensor y lamentarse por el mal tiempo que hace, vive entre la planta baja y los tres primeros pisos. El musculoso tipo de abajo trata de dejarle el terreno despejado al del último piso, un esmirriado neurótico que es capaz de poner el grito en el cielo si alguien o algo se atreve a violentar algunas de sus condiciones de vida y trabajo. No pide mucho, silencio, el cuaderno abierto y la lapicera con suficiente carga de tinta. Eso es todo. Hay días que no se siente capaz de hacer el menor esfuerzo para tomar, siquiera, la lapicera. A veces, por muchos días, meses enteros padece de un silencio inquietante. En esos períodos lo mejor que se puede hacer es darle buenas lecturas, muchas y buenas lecturas. No sé qué relación tiene él con la inspiración, yo trato de tenerle el piso lo más limpio y aireado posible.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

Cuando se olvida que está leyendo y se siente viviendo dentro de un libro.

Bonus Track:
 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado. 

Mi experiencia con el alcohol, la marihuana, la cocaína y las anfetaminas fue sistemáticamente nefasta para la escritura. Son drogas bien distintas entre sí, tal vez la que más se amolde a un tempo de escritura sea el alcohol, pero es definitivamente contrario a un ejercicio eficaz de la escritura, me refiero a la escritura creativa. La tendencia a la disociación de la marihuana, así como el afloramiento de lo emotivo, la agudización de algunos de los sentidos (visual y auditivo, sobre todo) puede desencadenar interesantes procesos asociativos libres. Pero pasado el colocón nada de eso estará útil para la escritura. En cuanto a la cocaína y a las anfetaminas, imposible, es como escribir con el culo en un hormiguero.  Con el tiempo he llegado a creer que el estado en el que uno se predispone para escribir una obra de imaginación es, en sí mismo, un estado alterado de conciencia. Sabemos que la escritura permite conectarlo y transformarlo en expresión, como en otro orden lo hacen el dibujo, la pintura, la música. Pero no sabemos mucho más. Afortunadamente. Por eso, y después de experimentar con esas cosas, creo que alterar un estado de conciencia ya alterado es como poner agua en un vaso que ya tiene agua.





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