1-¿Dónde
escribís?
En una PC, la PC familiar que a veces me arrebata mi hija
para vestir a Barbie o armar rompecabezas en la red. También tengo una notebook
con la que voy a un bar, o llevo al trabajo y en algún rato libre reviso lo
escrito. Me sucede una cosa algo curiosa y es que depende del lugar
dónde esté la actitud que tenga frente al texto. En mi casa estoy a mis anchas,
pletórico de goce creativo, en el bar el escribir se transforma en seducción hacia
el contexto, como si a alguien le importara esa fantasía narcisista e infantil
que hago mal en confesar, y en el trabajo siento una restricción muy grande con respecto
a lo que escribí, como si mis compañeros pasando cerca pudieran poner en duda
una metáfora, incluso todo el texto. Generalmente en esas condiciones reviso lo
escrito, 'cepillo' lo que está mal.
2- ¿Trabajás en
computadora o a mano?
Como dije, en computadora, pero los primeros cuentos de
El Peor de los Desiertos fueron escritos a mano. Ya no puedo hacer eso, me
cuesta mucho, más que nada porque edito constantemente la frase. Por mi
formación de cineasta tiendo a tratar la frase o la idea como un registro que
tengo que 'acomodar', 'montar', hasta encontrar la construcción más adecuada.
3- ¿Escribís todos los
días? ¿Tenés un horario fijo?
Sí, en la semana de 8.30 a 12.30hs. Por los horarios del
trabajo. Me gusta mucho más escribir de mañana.
4-¿Cuánto tiempo le
dedicás?
Escasísimas veinticinco,
treinta horas semanales. Por otras obligaciones. Esas cuatro horas diarias más
algunas el fin de semana. Ese tiempo puede incluir lecturas, o saltar de
escribir textos ficcionales a críticos, o ver un fragmento de una película o
publicar reflexiones en facebook, aunque es todo parte del mismo hecho creativo
y todo orbita o desemboca en lo que estoy escribiendo.
5- ¿Algún ritual,
costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?
Mate. Y si no…mate…
6- ¿Cuándo das por terminado
un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
Cuando redondeo la
forma. En ese sentido me cuesta bastante corregir un texto terminado. No se
trata sólo de la historia, sino más exactamente de la forma, que puede ser de la
anécdota, de la estructura. Por ejemplo escribo muchos textos con premisas
restrictivas, lúdicas, entonces cuando la impronta de ese juego termina el
texto está concluido, está maduro, como una burbuja de jabón cuando se
redondea…va solo. Puedo corregir detalles pero nada más. Por eso suelo no saber
cómo terminan mis relatos mientras estoy escribiendo, porque al encontrar una
resolución -y sé que la encontraré- ya está…Ojo, cuando hablo de redondear no
quiero decir que mis textos sean conclusivos, no se trata de eso sino de que
hay como una trayectoria del texto en mí. Como un proyectil que uno lanzara al
aire.
El camino que hace lo
escrito es el de todos, algún amigo o persona de mi confianza, concursos,
posibles editores. O, en el caso de textos críticos, algún blog, como por ejemplo
el del programa radial ¿Cómo acabar con la cultura?
7- ¿Qué relación tenés
con tu biblioteca?
Algo obsesiva, no me
gusta mucho prestar libros, debo admitirlo. Los ordeno por categorías,
antojadizas, mías: cine, dirección de fotografía, literatura norteamericana,
latinoamericana, francesa, poesía, teatro, ensayo, etc.
8- ¿Qué libro te
gustaría leer?
Algún incunable, o
mejor dicho un texto inédito de Kafka, de Nabokov, de Thomas Pynchon. Anhelo leer Los Sorias, de
Laiseca, novela que tengo en mi biblioteca y aún no le entro por el tamaño
exagerado.
En uno de mis cuentos,
La Habitación de Lezama, el narrador trata de leer un manuscrito inédito de
Lezama Lima que imagina en la mesa de trabajo del escritor cubano. O sea, la
fantasía es toparse con un tesoro, creo que tiene que ver también con la idea
de hacer el libro maravilloso, que nos conforme, en el sentido más complejo del
término, más psicológico.
9- ¿Qué cinco
libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?
Cinco son pocos, pero
hoy serían: Cuentos de Kafka; Ulises, de Joyce; Tristam Shandy de Laurence
Sterne; El Fiord, de Osvaldo Lamborghini, Locus Solus de Raymond Roussell. Y me
quedan afuera muchos, Nabokov, Paradiso, de Lezama Lima, Borges, Aira…es
imposible…
10- ¿Cuáles son los
autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Roberto Bolaño, está
sobrevalorado. Manuel Puig no está lo suficientemente valorado aún, al igual
que Di Benedetto, y Néstor Sánchez es casi ignorado, aunque su literatura es
una aventura formal más que osada. Ah, Washington Cucurto está muy
sobrevalorado aunque el que lo sobrevalore lo considere un mal escritor.
11- ¿Qué relación
tenés con la inspiración?
Absoluta, la
inspiración existe y es determinante. Por supuesto que hay una falsa dicotomía
entre inspiración y trabajo. Hay que trabajar, pero a mí lo que más me mueve a
sentarme a escribir, lo que hace que esté horas delante del teclado y que esas
horas se me hagan escasas, incluso lo que habita en este momento la escritura de
este reportaje, es la inspiración, que no es otra cosa que el deseo
inventándose juegos, metonímicos e inagotables.
12- ¿Cuándo una
persona se convierte en un buen lector?
Cuando empieza a
escribir el texto a la par del escritor. Cuando encuentra sentidos propios en
lo que lee que confirman o enriquecen lo que el autor pone en juego. Suelo
publicar en facebook frases reflexivas sobre el acto de escribir, las llamo Autodidácticas
y una reza: 'Un lector que no fluye es que está leyendo otra
cosa, algo que no encuentra en lo que lee, que no lee en lo que encuentra.'
BonusTrack:
-Experiencias e
impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de
conciencia alterado.
No, casi no tengo
ninguna experiencia de escribir en ese estado. Es que necesito un control sobre
cada sentido aludido. De todas formas el lector encuentra nuevos sentidos
luego, lo que me maravilla y me demuestra que las puertas del texto no estaban
cerradas. Podría decirse que soy lo menos automático que hay al escribir, aunque
no es exactamente eso, sino que serían las dos partes de las que hablaba
Nietzsche, creo, el ditirambo dionisíaco, cuando me vienen las ideas, las
pulsiones, las palabras, los giros, los juegos de sentido, los artilugios, los
aspectos incluso ridículos; y la contemplación apolínea, que es ese otro yo que
acomoda, edita, pone en juego estructural lo que el otro emite de manera pulsional.
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