1-¿Dónde escribís?
Si nos referimos
al acto físico, en mi escritorio. Ocurre que mi escritorio se ha mudado
muchísimo: seis casas diferentes en los últimos ocho años. Ahora, en una de
esas casas escribí muchísimo. En otra, la anteúltima, por primera vez no pude
terminar una novela durante más de un año entero. Mi relación con mi entorno,
mi espacio, es fundamental. De cualquier manera, y como se ve en la foto, una
pulseada con el caos rodea ese espacio la mayor parte del tiempo.
2- ¿Trabajás en computadora o a mano?
En computadora.
Tengo una libreta negra en la que tomo apuntes y hago diagramas.
3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un
horario fijo?
Si hablamos de sentarse a escribir, no. Pero en mi
cabeza, ese proceso continúa casi todo el tiempo. Sin ir más lejos, esta última
semana no pude hacerme el tiempo para escribir —poner palabras en una página—,
pero en mi cabeza estuve desarrollando y concluyendo muchas historias de una
novela coral que estoy escribiendo. Estoy brotado de finales.
4-¿Cuánto tiempo le dedicás?
Varía.
Generalmente, cuando empiezo una novela —y hablo de novela porque últimamente
no estoy interesado en producir cuentos nuevos—, sesiones de varias horas que
son producto del empuje inicial. A mitad de camino voy peleando más con el
texto, el texto se rebela, me cuestiona y me torea, no se deja moldear, y
entonces los períodos son más cortos, intensos y agotadores. Hacia el final,
suele ser un sprint entre 8 y 16 horas sin parar. En agosto terminé una novela
nueva. Escribí literalmente todo un
sábado y cuando me acosté casi 20 horas después de empezar, creía que tenía el
texto terminado. Me desperté 4 horas más tarde, con el amanecer del domingo,
seguro de que a ese capítulo final le faltaba algo, así que me levanté y
escribí unas 7 u 8 horas más de corrido. Disfruto muchísimo de esas maratones
cuando se está cerca de la meta.
5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la
hora de sentarse a escribir?
No, aunque han
ido cambiando algunos aspectos. Hasta el 2011 escribía con música de fondo, y
desde entonces, al contrario, necesito el silencio. En los últimos meses
descubrí que a veces me hace bien cortar después de un rato largo, salir a dar
una vuelta, patear las calles un poco, oxigenarme, mirar las esquinas y las
alturas. En las calles siempre encuentro algo, un detalle mínimo a veces, algo que
me fascina. Y eso muchas veces me dispara algo que luego aplico a lo que estoy
escribiendo. Y si no, es el aire al menos. El aire siempre ayuda.
6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué
recorrido emprende ese texto?
Este tema es
espinoso. Porque un texto puede ser pulido —y por ende, podemos tener al menos
la ilusión de estar mejorándolo— infinitamente. A la vez, la reescritura
obsesiva suele quitarle algo de la intención inicial, de la garra, de la
entraña. Creo en la reescritura, pero creo que no se debe abusar de ella en pos
de lo que pomposamente podríamos llamar la
belleza literaria.
7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?
Por cuestiones
que no vienen al caso, el 90% de mi biblioteca no está conmigo en este momento.
Es un reencuentro muy anticipado. Mientras tanto, en la cabecera de mi cama hay
una mesa de luz con varias pilas de libros. Eso es lo más parecido a una
biblioteca que tengo en este momento. Una bibliotequita móvil, digamos.
8- ¿Qué libro te gustaría leer?
Hace unos años
hice el siguiente cálculo: por año leo unos 70 libros aproximadamente. ¿Podemos
decir que tal vez me queden 40 años de vida? Seamos optimistas. Bueno, 40 x 70
= 2800. Me quedan menos de 3 mil libros en mi vida útil de lector, así que
trato de evitar ciertos caminos que no siento fértiles. Y de ahí que desde hace
un par de años, lo que intento evitar es seguir leyendo “clásicos”. Leí muchos
en otros tiempos, pero tengo clarísimo que me interesa invertir mi tiempo en lo
que se escribió sobre todo desde mitad del siglo XX para acá. Me interesan mis
contemporáneos mucho más que la historia de la literatura.
9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu
biblioteca ideal?
No
necesariamente libros que considere los mejores que he leído, pero sí aquellos
que me hace bien tener cerca. Y ahí te puedo hablar de autores más que libros.
Me hace bien tener cerca a Jonathan Lethem, Martin Amis, Paul Auster, Julian
Barnes, y Stanislaw Lem. Si me decís que no hay ningún argentino, tachame la
doble e incluí a Cortázar.
10- ¿Cuáles son los autores/libros que te
parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Casi nadie debe
responder con sinceridad esta pregunta para evitar represalias. Creo que los
autores sobrevalorados son básicamente los que responden a dos categorías: a)
aquellos que han puesto un kiosquito en el barrio de la marginalidad y venden
el miserabilismo a precio de dólar blue, y b) los autores que han trabajado
hasta el extremo la fórmula del cuento cortazariano, que producen breves relatos
perfectos pero infértiles, tan llenos de oficio como faltos de lucidez para
resignificar algo en el orden de las percepciones, que es lo que me parece que logran
los buenos escritores. Poco valorado, en Argentina, y por las razones más
abyectas: Andrés Neuman.
11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?
Me parece que
los autores que hablan del trabajo en lugar de la inspiración tienen más de
oficio y taller que otra cosa. La inspiración entendida como epifanía, como un
dulce y violento cachetazo que te sacude y te impide hacer otra cosa que
intentar poner en palabras algo que apenas pudiste vislumbrar y que no cuaja en
el orden del discurso. La pulseada posterior con las palabras es, quizás, el
proceso literario.
12- ¿Cuándo una persona se convierte en un
buen lector?
Yo creo que
todos nacemos buenos lectores y nos convertimos luego en una versión más pobre
y cínica, perdemos cierta ingenuidad receptiva en pos de construir un lector
sofisticado. Ese lector un poco snob se para frente a muchas obras en plan a ver, librito, convenceme. Tanto como
puedo —y no siempre puedo—, yo trato de invocar a ese lector ingenuo, sobre
todo cuando no me gusta lo que estoy leyendo, trato de encontrar algo en ese libro que me seduzca. No
siempre lo logro, por supuesto.
Bonus Track:
-Experiencias e impresiones de
escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado
El director de cine Stanley
Kubrick decía que el problema de hacer cine, música, arte, estimulado por
sustancias es que se está en un estado de consciencia fascinada que encuentra
todo fantástico y se vuelve incapaz de distinguir lo verdaderamente valioso. El
alcohol, el faso, dámelos en una reunión con amigos, no a la hora de escribir.
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