Alejandro Pereyra

1-¿Dónde escribís?

En una PC, la PC familiar que a veces me arrebata mi hija para vestir a Barbie o armar rompecabezas en la red. También tengo una notebook con la que voy a un bar, o llevo al trabajo y en algún rato libre reviso lo escrito. Me sucede una cosa algo curiosa y es que depende del lugar dónde esté la actitud que tenga frente al texto. En mi casa estoy a mis anchas, pletórico de goce creativo, en el bar el escribir se transforma en seducción hacia el contexto, como si a alguien le importara esa fantasía narcisista e infantil que hago mal en confesar, y en el trabajo siento una restricción muy grande con respecto a lo que escribí, como si mis compañeros pasando cerca pudieran poner en duda una metáfora, incluso todo el texto. Generalmente en esas condiciones reviso lo escrito, 'cepillo' lo que está mal.

2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

Como dije, en computadora, pero los primeros cuentos de El Peor de los Desiertos fueron escritos a mano. Ya no puedo hacer eso, me cuesta mucho, más que nada porque edito constantemente la frase. Por mi formación de cineasta tiendo a tratar la frase o la idea como un registro que tengo que 'acomodar', 'montar', hasta encontrar la construcción más adecuada.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Sí, en la semana de 8.30 a 12.30hs. Por los horarios del trabajo. Me gusta mucho más escribir de mañana.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Escasísimas veinticinco, treinta horas semanales. Por otras obligaciones. Esas cuatro horas diarias más algunas el fin de semana. Ese tiempo puede incluir lecturas, o saltar de escribir textos ficcionales a críticos, o ver un fragmento de una película o publicar reflexiones en facebook, aunque es todo parte del mismo hecho creativo y todo orbita o desemboca en lo que estoy escribiendo.


5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Mate. Y si no…mate…

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Cuando redondeo la forma. En ese sentido me cuesta bastante corregir un texto terminado. No se trata sólo de la historia, sino más exactamente de la forma, que puede ser de la anécdota, de la estructura. Por ejemplo escribo muchos textos con premisas restrictivas, lúdicas, entonces cuando la impronta de ese juego termina el texto está concluido, está maduro, como una burbuja de jabón cuando se redondea…va solo. Puedo corregir detalles pero nada más. Por eso suelo no saber cómo terminan mis relatos mientras estoy escribiendo, porque al encontrar una resolución -y sé que la encontraré- ya está…Ojo, cuando hablo de redondear no quiero decir que mis textos sean conclusivos, no se trata de eso sino de que hay como una trayectoria del texto en mí. Como un proyectil que uno lanzara al aire.
El camino que hace lo escrito es el de todos, algún amigo o persona de mi confianza, concursos, posibles editores. O, en el caso de textos críticos, algún blog, como por ejemplo el del programa radial ¿Cómo acabar con la cultura?

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Algo obsesiva, no me gusta mucho prestar libros, debo admitirlo. Los ordeno por categorías, antojadizas, mías: cine, dirección de fotografía, literatura norteamericana, latinoamericana, francesa, poesía, teatro, ensayo, etc.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

Algún incunable, o mejor dicho un texto inédito de Kafka, de Nabokov,  de Thomas Pynchon. Anhelo leer Los Sorias, de Laiseca, novela que tengo en mi biblioteca y aún no le entro por el tamaño exagerado.
En uno de mis cuentos, La Habitación de Lezama, el narrador trata de leer un manuscrito inédito de Lezama Lima que imagina en la mesa de trabajo del escritor cubano. O sea, la fantasía es toparse con un tesoro, creo que tiene que ver también con la idea de hacer el libro maravilloso, que nos conforme, en el sentido más complejo del término, más psicológico.

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Cinco son pocos, pero hoy serían: Cuentos de Kafka; Ulises, de Joyce; Tristam Shandy de Laurence Sterne; El Fiord, de Osvaldo Lamborghini, Locus Solus de Raymond Roussell. Y me quedan afuera muchos, Nabokov, Paradiso, de Lezama Lima, Borges, Aira…es imposible…

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Roberto Bolaño, está sobrevalorado. Manuel Puig no está lo suficientemente valorado aún, al igual que Di Benedetto, y Néstor Sánchez es casi ignorado, aunque su literatura es una aventura formal más que osada. Ah, Washington Cucurto está muy sobrevalorado aunque el que lo sobrevalore lo considere un mal escritor.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

Absoluta, la inspiración existe y es determinante. Por supuesto que hay una falsa dicotomía entre inspiración y trabajo. Hay que trabajar, pero a mí lo que más me mueve a sentarme a escribir, lo que hace que esté horas delante del teclado y que esas horas se me hagan escasas, incluso lo que habita en este momento la escritura de este reportaje, es la inspiración, que no es otra cosa que el deseo inventándose juegos, metonímicos e inagotables.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

Cuando empieza a escribir el texto a la par del escritor. Cuando encuentra sentidos propios en lo que lee que confirman o enriquecen lo que el autor pone en juego. Suelo publicar en facebook frases reflexivas sobre el acto de escribir, las llamo Autodidácticas y una reza: 'Un lector que no fluye es que está leyendo otra cosa, algo que no encuentra en lo que lee, que no lee en lo que encuentra.'

BonusTrack:
 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado. 

No, casi no tengo ninguna experiencia de escribir en ese estado. Es que necesito un control sobre cada sentido aludido. De todas formas el lector encuentra nuevos sentidos luego, lo que me maravilla y me demuestra que las puertas del texto no estaban cerradas. Podría decirse que soy lo menos automático que hay al escribir, aunque no es exactamente eso, sino que serían las dos partes de las que hablaba Nietzsche, creo, el ditirambo dionisíaco, cuando me vienen las ideas, las pulsiones, las palabras, los giros, los juegos de sentido, los artilugios, los aspectos incluso ridículos; y la contemplación apolínea, que es ese otro yo que acomoda, edita, pone en juego estructural lo que el otro emite de manera pulsional.








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