Diego Vigna



1-¿Dónde escribís? 

Escribo en cuadernos, blocs de notas, hojas A4 sueltas; anoto ideas, las expando después en papeles más grandes, y cuando encuentro algo voy a la compu y “abro” un archivo, o paso antes por la máquina de escribir. Anoto ideas en la agenda. En anotadores de médicos. Pego papelitos en la pared. Grabo audios en el teléfono. Anoto frases en la aplicación de notas del teléfono. Después voy a la compu y paso, armo, reescribo, pero depende del texto: a veces paso antes por la máquina de escribir. La parte gruesa de esto último, sobre la mesa en la máquina, y después compu. La reescritura, lo más tirado posible. Seguro en el sillón. Compu.

2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

Las dos cosas. Últimamente comienzo a mano, después máquina, si da, y compu. Después todo eso de los papelitos, y de nuevo compu.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

No, escribo cuando me sale. De horarios ni hablar: ¡fush, fuera bicho!, como dice Santiago Segura.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Lo que me sale. Tengo tiempo para escribir ficción pero no lo uso tanto, porque paradójicamente necesito usarlo para la escritura relacionada con mi laburo. Tengo tiempo para escribir pero compiten los destinos, y la cabeza se me cansa.

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Estar en casa, supongo; es lo único que siempre sucede cuando me “siento a escribir”. En general pongo algún partido de fútbol en la tele, sin sonido. A veces se me aparece un disco que puede funcionar con esa escritura y lo pongo, siempre y cuando no entienda la letra. Me olvido de comer. El espacio queda desatendido.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Supongo que después de algunos pasos, que supongo son comunes a todos. Terminar una primera versión: elegir los amigos o colegas admirados y esperar sus lecturas. Terminar una segunda versión, o las que fueran necesarias: volver a charlar sobre eso, pensar “en privado” si la cosa está mejor. Después parece brotar algo parecido a un texto listo. Y al momento de charlar con algún editor, el último paso. Ver qué dice, qué propone, atravesar eso último y que se publique. Eso no asegura, sin embargo, que el texto no vuelva a sufrir modificaciones. Con el tiempo y las lecturas posteriores quizás quiera retocar algo. De cualquier modo, lo lindo es releerse y seguir gustándose con el paso del tiempo: una suerte de masturbación nostálgica.

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Me gusta, sí, a veces me acerco y digo “voy a empezar este libro pronto”, y después no sucede. Me gustaría leerla toda, porque no todos los libros que están ahí los leí, pero para eso están (creo). De a poco. Me gusta llenarla de cositas. Me parece cálida.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

El Ulises de Joyce. Nunca lo tuve, ni lo compré, y creo que estaría bueno. Escuché mucho, leí comentarios de todo tipo, pero el otro día, volviendo de Río Cuarto, mi amigo y gran escritor Martín Cristal compartió conmigo sus ideas y sentimientos sobre lo maravilloso del libro y cagué fuego: él es tan claro explicando lo que ve, que ya me imaginé leyéndolo. 

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Oh, no sé. Cuentos de Walsh, de Chéjov, de Cheever, de Hemingway, de Cortázar, de Blaisten, de otros norteamericanos, Carver, Yates, de Moyano, Di Benedetto, yo que sé... me olvido. Y novelas y textos de... ¡yo que sé! Muchos argentinos, creo. De muchos argentinos (me gusta mucho Bizzio, Fogwill, los que proponen una prosa única). De latinoamericanos. De norteamericanos. Algunos viejos. Poetas que mis amigos poetas me enseñaron a leer y valorar. Es difícil pensar esto: ¿qué es una biblioteca ideal? ¿El fin del deseo? Si pudiera acceder sólo a los libros de un autor y nada más, ahí sí la respuesta es fácil. Walter Benjamin.

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Con toda la gilada que recubre al campo literario actual, y sobre todo a nosotros, los jóvenes, no tiene ningún sentido responder a esta pregunta con nombres. Siento que muchos no narran en serio. Que son cada vez menos los que laburan en serio, sin el cortoplacismo en la cabeza, respetando la morosidad de este oficio, lo que exigen los textos por sí mismos. En este país hay que dejar de enumerar por lo menos dos años. No queda otra que narrar, aunque parezca ortodoxo, falto de frescura, de “clima de época”. Narrar. Sin narración no hay sentido profundo de las cosas. Entonces, los que quieran narrar, que se dediquen a eso. Y que se fuercen a sí mismos. ¿Llegué hasta acá? Ok, ahora intento hasta allá (sigo aprendiendo). Y que nos equivoquemos. Hay un terror monumental a equivocarse. Y también siento que son pocos los que critican en serio, con buena leche y rigurosidad. Como dijo Benjamin, “sustancia es lo que ha sido puesto a prueba.”

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

La inspiración son las ideas, no hay mucha vuelta. Vienen y se van, todo el tiempo, y está bien así. Es un diez porciento de lo que se implica en esto. El resto es laburo y más laburo.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?


Cuando se piensa a sí mismo, y a lo que hace, y a lo que hacen los otros, después de leer. Y vuelve a leer e insiste. E insiste. E insiste. 










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