1-¿Dónde escribís?
2- ¿Trabajás en computadora o a mano?
En mi casa de Buenos
Aires, en el campo (vivo la mitad de la semana en cada lugar) o en mi estudio
(donde doy mis talleres de escritura). Necesito estar sola, o al menos que no
haya nadie más en la misma habitación que yo. Las fotos son de mi casa en
Buenos Aires.
2- ¿Trabajás en computadora o a mano?
Computadora. Antes
tomaba notas a mano en una libretita, ahora ni siquiera eso. Las anoto en el
celular.
3- ¿Escribís todos los
días? ¿Tenés un horario fijo?
Me encantaría, pero no
siempre lo logro. No tengo horario fijo pero siempre es por la mañana.
4-¿Cuánto tiempo le
dedicás?
Menos del que me
gustaría.
5- ¿Algún ritual,
costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?
Haber desayunado,
prepararme un mate o un café, tener el escritorio limpio y que sea bien
temprano.
6- ¿Cuándo das por
terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
Lo doy por terminado
cuando siento que está bien o ya no sé qué hacer con él. Desde la primera
escritura hasta la versión final generalmente pasa bastante tiempo. En algunas
versiones tal vez cambio muy poco, y a veces en la siguiente corrección vuelvo
para atrás en esos pocos cambios. Otras veces elimino páginas enteras,
capítulos. Depende. Pero el recorrido es siempre arduo, a veces frustrante y
tedioso. Lo único que me impulsa a seguir es el placer que me da pulir y
trabajar algo hasta terminarlo, cerrarlo, lo mejor posible.
7- ¿Qué relación tenés
con tu biblioteca?
Un matrimonio feliz,
libre, basado en la confianza, sin celos ni asfixiantes pedidos de demostración
de afecto.
8- ¿Qué libro te
gustaría leer?
Todo el tiempo estoy
anotando recomendaciones de libros nuevos y también tengo una lista de
pendientes larguísima. No es una lista que esté escrita en algún lugar, es una
sensación y una certeza. Incluso si a partir de hoy nadie escribiera una
palabra nunca más, siempre habría otro libro para leer. Esa infinitud no me
angustia. Al revés.
9- ¿Qué cinco
libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?
Siendo el 2013 me
permito esta respuesta: una Tablet con toda mi biblioteca y conexión a Internet
para seguir bajándome todos los libros que quiera. Ylos otro cuatro, no sé, tal
vez elegiría algunos a los que le tengo cariño. A ver… 1) Un libro de poemas
que le compré a una poeta en la costa argentina hace un par de años y que es de
otro planeta, desopilante; su lectura en grupo y en voz alta nos ha animado
varias reuniones de amigos. 2) Un libro antiguo de “experimentos de física
aplicada para hacer en su hogar” que compré en Tristán Narvaja, el mercado de
las pulgas de Montevideo (incluye un experimento para hacerte invisible unos
minutos). 3) Un “manual de cortejo y comportamiento en sociedad para caballeros
y señoritas” que encontré en un baúl en la casa de mi abuela; no me acuerdo el
año de publicación pero será de mediados del siglo XIX y no tiene desperdicio.
4) Una “enciclopedia de inventos inútiles”, ilustrada, que compré en un mercado
en España. Más que inútiles, debiéramos decir “inventos que no tuvieron éxito
comercial”. Por ejemplo, hay uno que es un poncho que se transforma en carpa,
muy útil para los mochileros que viajan a la Patagonia en invierno.
10- ¿Cuáles son los
autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Creo que muchas veces
se sobrevalora cierta literatura incomprensible, aburrida y fallida disfrazada de experimento, de originalidad y de alta cultura. Como dice
Poe, la crítica muchas veces sobrevalora esa (mala) literatura, que exige del
lector esfuerzos cerebrales que nunca exige la buena literatura, que es la
clase de literatura que sólo apela al cerebro del lector como camino intermedio
hacia su corazón y sus emociones.
11- ¿Qué relación
tenés con la inspiración?
Una relación tóxica,
muy histérica. Es triste saber que nunca vamos a poder armar algo que funcione
a largo plazo.
12- ¿Cuándo una
persona se convierte en un buen lector?
Cuando se anima a
cerrar en la página veinte el libro que a él lo aburre y que tanto le gustó a
todo el mundo.
Bonus Track:
-Experiencias e
impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de
conciencia alterado.
Lo hice muy pocas
veces, bajo el estímulo de distintas sustancias pero siempre con un elemento en
común (que es lo que me llevó a consumir las sustancias): estado de conciencia
alteradísimo. Ya sea por la furia, o por la desilusión total con el mundo tal
cual lo conocemos, o la tristeza romántica, o la angustia existencial. En
ninguno de los casos escribí nada bueno que pueda mostrarse; creo que el mejor
estado para escribir (para trabajar) es el estado lúcido, despierto y
tranquilo, sosegado. De aquellas experiencias alteradas el único material que
rescato se compone de un par de cositas que fueron a parar a mi diario y que
nunca jamás saldrán de allí.
¿Nos mostrás tu biblioteca y tu lugar de trabajo?
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