1-¿Dónde
escribís?
En mi casa.
Ocasionalmente, en algún bar, en un colectivo, en alguna espera.
2- ¿Trabajás en
computadora o a mano?
Escribo a mano, con
lápiz, en cuadernos de hojas lisas. Si el texto resiste, empiezo a pasarlo en
un archivo de Word. Ese pasaje ya implica una primera corrección.
Eventualmente, si el archivo se salva de ser enviado a la papelera de
reciclaje, imprimo y sigo corrigiendo. Si reescribo, vuelvo al cuaderno.
3- ¿Escribís todos los
días? ¿Tenés un horario fijo?
Sí, escribo todos los
días. La escritura, para mí, tiene un momento, el más concreto, computable en
horas culo-silla-teclado/cuaderno. Pero escribir también es, a veces, salir a
caminar, leer, mirar películas, escuchar determinada música, charlar con
amigos, ir a un taller, etcétera. Algo de todo eso siempre sucede. Nunca pude
cumplir un horario fijo, ni siquiera sé bien por qué alguna vez lo intenté.
4-¿Cuánto tiempo le
dedicás?
El que pueda, el que
haga falta.
Hay ideas que no te
sueltan y que te obligan a escribirlas hasta el final, casi de un tirón, sin
importar el tiempo. En esas ocasiones, las jornadas son largas, apenas
interrumpidas por algunas horas de sueño.
5- ¿Algún ritual,
costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?
Necesito (?) que las
hojas sean lisas, que haya ruidos de voces (pueden provenir de la radio, del
televisor, de los murmullos en algún bar), que el mate esté recién preparado
(aunque me olvide de él después del segundo o tercer mate). Hasta hace un mes,
más o menos, el ritual incluía cigarrillos en cantidades abundantes.
6- ¿Cuándo das por
terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
No sé si es posible
afirmar que un texto se termina. Me parece que el núcleo de la escritura es
precisamente ese trabajo de artesano que uno intenta hacer con el lenguaje.
Corregir, pulir, reescribir, buscar la forma que más se ajusta a una idea, al
tono de un personaje.
Publicar es una manera
de dar por terminado -o de intentarlo, al menos. Pero uno no publica todo lo
que escribe. En esos casos, cuando siento que ya no puedo más con ese texto,
suelo molestar amigos para que lean, opinen o me lo revoleen, directamente, por
la cabeza, aunque eso, hasta el momento, no haya ocurrido.
7- ¿Qué relación tenés
con tu biblioteca?
De amor casi
incondicional. Mi biblioteca es el resultado de años de revolver mesas de
saldos, de casualidades, de búsquedas -a veces- demenciales. Esa “construcción”
es lo único para lo que tengo y he tenido paciencia. Sin embargo, cada dos
años, más o menos, si tengo que mudarme, me dan ganas de hacer un simulacro de
Fahrenheit 451 y terminar de una vez con la ceremonia de llenado y vaciado de
canastos. Cuando los libros vuelven a estar en su lugar, se me pasa la
tentación del fuego y volvemos al amor. De todas maneras, en los últimos años
estoy leyendo bastante en formato epub. No es lo mismo, pero subsana el
incordio de las mudanzas.
8- ¿Qué libro te
gustaría leer?
Me gustaría leer En busca del tiempo perdido y el Ulises de Joyce. A Proust lo abandono
siempre alrededor de la página 60 del primer tomo. A Joyce, un poco antes. Cada
tanto, vuelvo a intentarlo.
9- ¿Qué cinco
libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?
Nunca logro responder
esta clase de pregunta de una manera que me deje satisfecha. Nombro cinco, pero
son necesariamente más:
Indicios terrestres de Marina Tsvietáieva.
Poesía completa de Alejandra Pizarnik.
Vida de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno.
Cuentos Completos de Silvina Ocampo.
Cuentos Completos de Julio Cortázar.
10- ¿Cuáles son los
autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Me parece que bajo el
rótulo de “literatura” se publican muchos textos que, en realidad, no lo son. Esos
son para mí los que están sobrevalorados. Las editoriales, la universidad, las
librerías, los medios de comunicación transmiten de diversos modos sus valoraciones
y van legitimando un canon. Frente a eso, el lector necesita empezar a desmalezar y a asignar sus propios valores. Personalmente, yo valoro textos
en los que percibo una voz propia, un uso del lenguaje o una mirada diferentes
(y nombro eclécticamente como ejemplos a Marina Tsvietáieva, Fernanda García
Lao, Verónica Laurino, Iosi Havilio). Si las “instituciones” los valoran o no,
ya pasa por otro lado.
11- ¿Qué relación
tenés con la inspiración?
No sé si existe eso
que llamamos inspiración. Lo que sí sucede, después de muchas páginas escritas
o cuando uno se distrae un poco, es la aparición de una idea o de una
combinación de sonidos o algo entre medio
(diría Tsvietáieva) que, para mí, se parece bastante a la inspiración. Me llevo bien con eso, lo busco, le doy su
tiempo: tarde o temprano, llega.
12- ¿Cuándo una
persona se convierte en un buen lector?
Suponiendo que sea
posible determinar la existencia de “buenos” y de “malos” lectores, creo que un
buen lector es el que lee más allá de lo que está dicho, el que puede anclarse
en un detalle y leer allí algo que otros no, el que necesita leer.
Bonus Track:
-Experiencias e
impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de
conciencia alterado.
Nunca escribí estimulada
por ninguna sustancia que no fuera el tabaco, pero sospecho que el estímulo no
era ese. Escribo, a veces, aguijoneada por la bronca, la ira, la tristeza.
Normalmente, termina siendo sólo catarsis o una instancia que permite aflojar
la mano. Los textos que sobreviven surgen en mi caso, más bien, en estados de
calma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario