1-¿Dónde escribís?
Escribo en una habitación que
armé especialmente para escribir y para leer. Inicialmente, cuando me mudé, empezó
a funcionar como depósito y con el tiempo fue mutando a esta suerte de lugar
especial. Lo bueno es que tiene un balcón francés al que cada tanto me escapo
para naufragar por cualquier idea que tenga en mente.
2- ¿Trabajás en computadora o a
mano?
Trabajo en la computadora pero
también a mano. En la computadora plasmo todo lo que pasa a ser un texto más
formal, más elaborado, más trabajado. A mano son cuadros, palabras sueltas,
frases, flechas que van y vienen y pequeños párrafos. Una vez que esas anotaciones
son más firmes y pensadas, pasan a la computadora con modificaciones instantáneas
que hago al momento de transcribir.
3- ¿Escribís todos los días?
¿Tenés un horario fijo?
Sí, todos los días. Como soy
periodista el hábito de escribir lo tengo desde hace tiempo, incluso desde
antes de comenzar la carrera. Desde chica fue así: me pasaba tardes
escribiendo, inventando historias o registrando lo que me pasaba o imaginaba
durante el día. Cada vez que salíamos a algún lugar, me llevaba un cuaderno y
una birome. Si por algún motivo me lo olvidaba les pedía a mis padres que por
favor, de pasada, me compraran algo para escribir en la librería de mi tío, que
estaba a una cuadra de casa. Siempre tuve el hábito y creo que a la larga la
práctica hace una mejor experiencia, como en cualquier cosa.
4-¿Cuánto tiempo le dedicás?
Últimamente no sabría detallarlo
porque estoy con insomnio pero nunca tuve un tiempo fijo. De todos modos y
haciendo memoria, creo que dedico entre tres y seis horas diarias a leer y
escribir (cuando tengo trabajo fijo esto cambia, pero desde 2011 trabajo
freelance). Con sus variantes, sé que es algo diario: algunas veces menos,
otras más, pero todos los días lo hago. Es un hábito placentero que adquirí con
mayor fuerza desde el año pasado. Antes era mucho más desorganizada: escribía y
leía solo tres o cuatro veces por semana, incluso menos. Ahora entendí que además
de avanzar mucho más rápido, ocuparse todos los días de la escritura y de la
lectura, hacen que todo mucho más dinámico, más fácil.
5- ¿Algún ritual, costumbre o
manía a la hora de sentarse a escribir?
Sí, no lo puedo evitar. Me armo
de algunos elementos imprescindibles y fundamentales (algunos pueden faltar,
como los cigarrillos). El ritual es: computadora, mate, cuaderno, resaltadores,
birome, cigarrillos y música (ni en español ni en inglés: piano, instrumental,
jazz o música que no me desconcentre y me acompañe). Si tengo todo eso, lo
demás funciona. Además —y esto es fundamental— tengo que tener la biblioteca a
mano, cerca.
6- ¿Cuándo das por terminado un
texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
En algún momento hay que darlo
por terminado pero a veces vuelvo sobre textos que publiqué o escribí y pienso
que podría corregirlos mil veces más, algo que se torna demasiado obsesivo. Además,
esa obsesión haría que el texto perdiera la lucidez y la fluidez que debe
mantenerse, pese a cualquier edición. Creo que doy por terminado un texto
cuando vuelvo a él, (después de haberme alejado un tiempo prudente), y lo sigo
encontrando fresco, vivo, lleno de cosas dichas y con la sutileza intacta de lo
no escrito, pero dicho entre líneas. El recorrido siempre es escribir, leer,
reescribir, leer, disfrutarme, corregir y volver a leer. Es un trayecto que
para que funcione, nunca tiene que dejar de ser placentero.
7- ¿Qué relación tenés con tu
biblioteca?
De consulta y de viaje
permanente. Esté o no escribiendo, la biblioteca es una parte central de mi
casa y de mi vida. Igual tengo una costumbre intacta: sigo teniendo la manía de
dejar libros como anzuelos por la cocina, el living o la mesa de luz. Creo que el
contacto con los libros es imprescindible para escribir y para mejorar la
literatura que uno pueda producir. Sin lectura no hay forma de entender
nuestras propias ideas.
8- ¿Qué libro te gustaría leer?
El que escriba dentro de unos
años, cuando haya experimentado y vivido todo lo que viene, todo lo que falta.
9- ¿Qué cinco libros no pueden
faltar en tu biblioteca ideal?
Cinco es poquísimo, pero estos no
podrían faltar: Cuentos completos de
Fogwill, Novelas y cuentos I de
Osvaldo Lamborghini, Invisible de
Paul Auster, Hablemos de langostas de
David Foster Wallace y Desgracia de
J. M. Coetzee.
10- ¿Cuáles son los
autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
No sé valorados o sobrevalorados
respecto a qué, digamos que los patrones de valoración cambian (y mucho) según
las épocas. Creo que hay muchísimos autores imprescindibles como Cortázar o
Borges, pero creo que sobre ellos hay un halo de sobredimensión (no
sobrevaloración) y eso tiene que ver con lo anecdótico más que con lo que
efectivamente son sus obras. Lo mismo pasa con Alejandra Pizarnik: muchos se
quedan en el morbo o en la microhistoria de una parte de su vida, pero pocos
hablan del valor poético, de la importancia de la palabra o de su fineza en el
lenguaje. O —por poner otro ejemplo— algo similar ocurre con Fogwill: una gran
parte se queda en decir que era un contestatario o en que Fogwill no era lo políticamente
correcto que “debía ser” pero poco se dice de su capacidad transformadora del
lenguaje o de su manejo irrefutable del tono narrativo en sus cuentos. Creo que
la sobrevaloración pasa más por lo anecdótico que por lo específicamente
literario y, en ese sentido, es algo que pasa con muchos autores.
11- ¿Qué relación tenés con la
inspiración?
La inspiración me parece un cliché.
Creo que la inspiración existe en tanto que podamos entenderla como algo que
nos sucede sin necesidad de identificarlo con un rotulo. Creo que uno se
inspira por cosas mucho más sencillas que las que suelen decirse cuando se
habla de inspiración (la famosa musa, por ejemplo) y, en efecto, la inspiración
tiene que ver con la sensibilidad, la percepción y la observación de todas las
cosas que rodean a quien escribe.
12- ¿Cuándo una persona se
convierte en un buen lector?
Creo que uno es buen lector en la
medida en que puede cuestionar un texto, verlo en perspectiva, en su
individualidad, en poder pensarlo en función de otros textos que se puedan
conectar o en verlo en relación con otros autores. Me parece demasiado cómodo y
simplista leer un libro sin decir nada al respecto. Tener algo para decir sobre
la palabra de otro es mucho más que leer: es ser un buen lector; es ser aquel
que abandona la comodidad de lo pasivo y se convierte en activo y eso —para mí—
es ser un buen lector.
Bonus Track: -Experiencias e
impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de
conciencia alterado.
Escribí un ensayo bajo los
efectos de la marihuana (risas). Por supuesto que al día siguiente, cuando lo
leí, encontré una suerte de incoherencias pero, en esa espontaneidad o bajo ese
efecto, había algo interesante que podía rescatarse y reescribirse. También
escribí relatos o cuentos bajo emociones fuertes y movilizantes como la muerte o
la ruptura de una pareja. Creo que todo es válido para conocer hasta dónde se
puede llegar y hasta donde podemos ir con nuestras palabras.
Estupenda entrevista, la leí dos veces… y ahora voy de nuevo. Saludos.
ResponderEliminarRecién veo este comentario, gracias, Hernán! Qué bueno, una alegría.
EliminarSaludos!!
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ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAngie. Confieso no haberte conocido mucho antes. He leído estás confesiones y me digo: "Definitivamente aquí hay alguien que sabe lo que siente y busca el porqué de ese sentir" Deseo darte un fuerte abrazo, hermana, colega, un abrazo de alma en la lejanía.
ResponderEliminarHola Ernesto, recién veo este mensaje y qué alegría encontrarlo "de casualidad". Un gran beso y abrazo, cualquier cosa y si querés, podés encontrarme en Facebook como "Angie Pagnotta" y nos ponemos en contacto o por mail: angie.pagnotta87@gmail.com gracias por tu cariño y te abrazo yo también.
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