1. ¿Dónde escribís?
En
una habitación a la que le decimos «el estudio». Están los muebles biblioteca
que armó mi suegro, un sillón desplegable y otro hamaca, un velador de pie, una
estufa y un aire acondicionado split, una mesa rectangular de cuatro patas donde
apoyo mi computadora, una mesita específica para PC; también, una mesita móvil
de dos pisos con carpetas, un par de cuadros y algunas fotos, dos alfombras
para que las rueditas de las sillas giratorias no dañen el parqué y, aunándolo
todo, está el ruido persistente de la calle que sube por el balcón, atraviesa
los listones de madera de la persiana, después los vidrios de las puertas y
finalmente se acomoda en un humor sonoro que, cuando no está, tengo la
sensación de que llegó el fin del mundo. Entonces, dejo porque ya no vale la
pena escribir.
2. ¿Trabajás en
computadora o a mano?
Desde
finales del siglo pasado, en una PC (la era del futuro). Antes de eso, en la
afierrada y compacta mecánica de una Olivetti Lettera 22 y, más tarde, en una
Remington grande, con carcasa de plástico color crema, que era de mi tía
Angélica y me la regaló (la era moderna).
En
el inicio de todo, cuando no tenía la sagacidad de esos artefactos para
mayores, cundía, por práctica obviedad, la manuscrita, en cuadernos tamaño oficio
espiralados (la era vanguardista). Sin embargo, sigo escribiendo a mano, no ya
el cuerpo limpio del texto, pero sí dibujo los croquis de las ideas y
conceptos, palabras, sentencias, sintagmas y opiniones. Aunque nunca consulto
esos papeles. Son puramente profilácticos, ad
hoc.
3. ¿Escribís todos
los días? ¿Tenés un horario fijo?
Todos
los días no, porque no es un trabajo. Pero luego de la actividad laboral es,
seguro, la tarea a la que más tiempo dedico. El horario frecuente es el que
viene a partir de las seis de la tarde, durante los días hábiles. Pero cuando
más confortable desarrollo encuentro es por la mañana, bien temprano, hasta el
mediodía.
4. ¿Cuánto tiempo le
dedicás?
No
lo sé. Supongo que el suficiente y necesario según mis capacidades. Puedo
contabilizar que varias veces, varias, me he quedado escribiendo seis horas
seguidas, incluso ocho, en días sucesivos (creo que hace rato ya que no me
pasa). En otras ocasiones, no estuve más de quince minutos, todo me parecía superfluo...
Y así.
5. ¿Algún ritual,
costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?
Ir
al bonus track.
6. ¿Cuándo das por
terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
Cuando
logro publicarlo. El recorrido de corrección y mejoramiento se inicia en Lila, la
lúcida intimidad. Luego viene la primera línea pública de lectura: A. Alzari,
S. Bier y D. Giordano.
7. ¿Qué relación
tenés con tu biblioteca?
La
única posible: de sostén y consulta. Hay una cantidad de libros que ya están
leídos, por lo tanto, ahí la biblioteca me sirve de mueble de guardado. Si
quiero consultar un libro ya leído, tengo que buscarlo allí. Pero también hay
una porción de libros que no leí, ajenos o heredados, a los que, a veces, cuando
no tengo ningún libro nuevo, busco para darles su bendita oportunidad.
8. ¿Qué libro te
gustaría leer?
Recientemente
me nombraron The Concise Townscape,
de Gordon Cullen. Ese.
9. ¿Qué cinco libros
no pueden faltar en tu biblioteca ideal?
La
Comedia, el Quijote, la Biblia, El llano en llamas, El caso Satanovsky.
10. ¿Cuáles son los
autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Como
el primero de todos digo que el autor más sobrevalorado es Dios, y los menos,
aquellos que trabajaron en la Biblia. Pero últimamente ha sido muy
sobrevalorado el escritor, licenciado, investigador y pronto doctor Agustín
Alzari. Esto es en detrimento, por supuesto, del menos valorado Matías Piccolo.
Me doy cuenta porque Alzari tiene una computadora muy avanzada, producto de
grandes sumas de dinero ganadas con su exquisita profesión que ha sido inflada
por la prensa. Ha publicado en este año 2014 la Internacional entrerriana y ya pronto le pondrán al aire una
singular novela; son más publicaciones que las del menos valorado Piccolo que
todavía no ha logrado que las grandes corporaciones de la letra mediática lo
exalten como es debido y le ofrezcan la cifra dineraria necesaria para
comprarse un avión computadoril que supere al del juninense, por lo que sigue
lidiando con su rancia PC, un clon tímido y lento que hace que su literatura no
sea tenida en cuenta.
También,
un gran sobrevalorado es Shakespeare; un dramaturgo bien comercial que han
querido elevar a categoría de filósofo moral y artístico.
11. ¿Qué relación
tenés con la inspiración?
Lejana
si me nombro «un inspirado», en términos generales. Pero muy cercana si me tomo
en serio la percepción de las innumerables ocurrencias de la realidad que me
rodea. O sea, la inspiración no viene del tema, de la idea, que salen con
frecuencia, sino más bien del momento extraño de desenvolverse con fluidez en
la franca lengua que permite escribirlas, a esas ideas, lo más serio y lo más bien.
12. ¿Cuándo una
persona se convierte en un buen lector?
Cuando
puede leer lo que no le gusta, nada más que por el placer de enterarse.
Bonus Track:
Experiencias e
impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de
conciencia alterado.
Un
montón, pero ninguna en particular.
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