Javier Núñez

1- ¿Dónde escribís? 

Suelo escribir en mi casa y de noche porque trabajo durante el día. Aunque tengo un escritorio pequeño en un rincón del dormitorio, lo hago en la mesa de la cocina porque estoy más cómodo y porque el olor a cigarrillo se tornaría insoportable al levantarme. En alguna época tuve una casa con un balcón cerrado adaptado como estudio pero como ahí estaba la única computadora de la casa, terminó siendo un espacio familiar. La cocina, en general, es el ambiente que más utilicé para escribir en los distintos lugares donde viví, porque solía hacerlo de noche -que era mi tiempo disponible y cuando mis hijos dormían-. Aunque el ambiente nunca fue una condición ineludible: escribo donde puedo y cuando puedo. A veces lo hice a mano en bares y una vez escribí un texto para el diario en mi celular -que después, por supuesto, transcribí y trabajé -porque era lo único que tenía a mano y no quería perder el tono que había encontrado para lo que quería contar.


2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

Sólo trabajo a mano cuando no tengo la notebook encima y, en tal caso, sólo para textos breves o apuntes. De otro modo prefiero la computadora porque no sólo me permite mayor libertad a la hora de rehacer sobre la marcha, sino que escribo con mucha más fluidez y velocidad y siempre tengo internet a mano para cotejar datos, referencias o evacuar dudas. Aunque hay quienes sostienen que es engañoso, que la forma se impone sobre el contenido y que la prolijidad, la ilusión de corrección que produce el texto en pantalla, es contraproducente porque siempre parece que el texto está bien, desde que usé una computadora por primera vez la escritura manual nunca volvió a ser mi primera opción.


3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Ni lo uno ni lo otro, salvo que esté embarcado en una novela, un cuento largo o cuando tengo que cumplir plazos de entrega. En ese caso sí, por un tiempo escribo en forma diaria y con horarios más o menos regulares, a costa de dormir poco y mal. Pero fuera de esos períodos, que son los menos frecuentes, escribo dónde y cuándo puedo. El acto de escribir me resulta, de algún modo, un conflicto permanente y angustioso, una búsqueda incesante de temas pero, fundamentalmente, de tiempos y espacios para hacerlo, y no siempre logro resolverlo.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Al acto de escritura en sí -es decir, al acto de sentarme para moldear o poner en palabras esa cosa incierta a la que le vengo dando vueltas en la cabeza-, le suelo dedicar entre tres y cinco horas. Al proceso completo -es decir: a trabajar la idea en la cabeza, pensar el modo de narrarlo, evaluar voces posibles, encontrar el tono adecuado- no tengo idea, pero varias horas más.Y si vamos más allá, considerando también el estar alerta a las cosas que te rondan para descubrir aquellas que te resultan dignas de ser contadas,supongo que la mayor parte del tiempo: a veces creo que uno no acaba nunca de disociarse del todo del escritor. A veces estás viviendo algo estupendo o doloroso, haciendo el amor o peleando a los gritos y te descubrís pensando en un detalle que acabás de percibir y en cómo lo utilizarías en algún texto. Hay una especie de parasitismo en todo escritor, aunque no nos guste reconocerlo.

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Ninguno muy extraño. Tener cigarrillos a mano -al menos hasta que deje de fumar-; utilizar una fuente y tamaño específicos si trabajo en la computadora -desde hace un tiempo, Sylfaen,Georgia o Book Antiqua tamaño 11. Jamás, bajo ningún concepto, Times New Roman. No me pregunten por qué, pero nada en Times New Roman me puede gustar jamás-; café, mate o una copa de vino; a veces música tranquila y a veces silencio.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Estoy tentado a decir que “cuando se publica” pero no sería del todo cierto, porque si se reedita lo vuelvo a tocar casi siempre. Creo que nunca doy por terminado un texto: lo que hago es considerar que alcanzó una expresión razonablemente buena dentro de mis limitaciones.Cuando siento que logré transmitir lo que quería transmitir y que las formas empleadas son las que me parecen más acertadas, me dedico a pulirlo para tratar de eliminar ripios: vicios, redundancias, explicaciones innecesarias, adjetivos que no añaden valor, etcétera.También depende del tipo de texto y del destino, porque cuando escribo para el diario, los tiempos son otros y las posibilidades de pulido también. Pero cuando estoy frente a un cuento o una novela trato de dejarlo descansar antes de emprender procesos de corrección para no tenerlo todo tan fresco en la cabeza y poder mirarlo un poco como si no fuera mío.

El recorrido de los textos varía según de qué se trate. Lo que escribo para las contratapas del diario forma parte de un bagaje de material que después puedo publicar en otros medios cuando me piden algo ya escrito o consolidar algunos bajo una línea más o menos común para un libro, como es el caso deTríptico. Antes solía enviar algunos cuentos a revistas o concursos con la intención de publicarlos, pero ahora por lo general van a parar a mi blog. Si se trata de una novela o de un libro de cuentos, en cambio, suele pasar primero por un par de lectores de confianza para tener una mirada ajena. Después lo puedo enviar a algún concurso o directamente ofrecerlo a una editorial; y entonces me pongo a trabajar en otra cosa porque la respuesta puede llevar varios meses.


7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

“Mi” biblioteca es, de algún modo, un concepto abstracto porque incluyo las bibliotecas ajenas -de mis viejos, mis abuelos, mi familia- en las que me empecé a enamorar de la lectura y también a formar cuando era chico; y la que ahora voy conformando. Tengo, digamos, una relación de profundo afecto y agradecimiento. Y un vínculo difícil de explicar. Me di cuenta cuando me separé y después de algunos meses fui a buscar todos mis libros: reacomodarlos en el lugar que ocupaba entonces -aunque no tenía biblioteca y los tenía que apilar contra la pared y dejar muchos en cajas- fue, de algún modo, recuperar una parte mía que había perdido y que hasta ese día no había notado que me faltaba. Ahora ya puse los primeros estantes y aunque me falta ampliar, están un poco más ordenados.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

Uf, la lista es inmensa.Tengo deudas pendientes y muchos que todavía no pude leer pero tengo en vista. Pongamos algunos de esta última lista: El viento que arrasa, de Selva Almada; Verano, de Coetzee, El verano sin hombres, de SiriHusvedt.


9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Ficciones, de Borges; Final del juego de Cortázar; Cien años de soledad, de García Márquez, Madame Bovary, de Flaubert y La odisea o a lo mejor El Quijote. O diez listas más como esa. Cinco libros no hacen una biblioteca ideal, de modo que tal vez escogería los que tengo y adquirieron valor afectivo: El talismán, de Stephen King y Peter Straubb, porque fue lo primero que gané escribiendo hace casi veinticinco años; la Obra Poética de Pedroni editada por la Vigil, porque hay un poema que leía cuando esperaba a mi primer hijo, y cosas así.


10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Cualquier respuesta que pudiera dar sería injusta porque dejaría de lado lo que viene impuesto por valoraciones de mercado para nombrar autores que, aun respetándolos, creo que gozan de una consideración desmedida o cierta sacralización absurda. Probablemente iría por ahí, porque me incomoda toda sacralización. Pero sería un poco entrar en la lógica de la canonización, del establecimiento de un corpus indiscutible al que algunos son tan afectos y a mi tanto me irrita. Prefiero dejarles las valoraciones, a favor y en contra, a ellos.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

Somos amantes ocasionales. Muy ocasionales. Hace tiempo que no hablamos.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

No lo sé. Cuando empieza a leer entre líneas, en los intersticios del texto, lo que no está dicho, a lo mejor. Pero sobre todo cuando exige. Cuando desconfía de las manipulaciones evidentes, de las costuras visibles, del menoscabo a su inteligencia. Una persona se convierte en buen lectorcuando exige ser respetado y sabe, también, cuando hay que dejar un libro.

BonusTrack:

 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado. 


Tengo muy pocas experiencias de escritura bajo estimulación por sustancias, de modo que no puedo brindar ninguna impresión interesante. Creo que hace muchos años escribí un poco fumado alguna vez y ni siquiera lo recuerdo. A veces tomo mientras escribo pero no es lo habitual, prefiero tener las ideas claras. Hace poco dije que cuando escribís bebiendo, la epifanía llega con el último trago pero a la luz del día no siempre entendés lo que quisiste decir. En efecto, había cerrado un texto que no sabía cómo terminar con un giro espontáneo que -me pareció- brindaba un excelente remate, y al día siguiente estaba lleno de dudas. Lo que todavía no sé es si el remate era un espanto y esa sensación un producto de la percepción alterada por el alcohol, o si el remate era excelente y las dudas producto de que ya no estaba anestesiado mi superyó punitivo, que se entretiene tachando casi todo lo que hago.

¿Nos mostrás tu biblioteca y tu lugar de trabajo?



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