Martín Sansarricq

1 - ¿Dónde escribís?

Escribo en mi casa, casi siempre en el mismo lugar, en el escritorio. A veces tengo que escribir en otra parte, en la habitación o en la cocina, pero son las menos. Trato de vender cara la derrota.

2 - ¿Trabajás en computadora o a mano?

Hace un tiempo vi que una persona que admiro mucho tenía un cuadernito del que no se desprendía (literalmente) ni para dormir, cuyos renglones estaban garabateados hasta los bordes. Me pareció de los más extraño y me atreví a preguntar, cosa que a todas luces caía de maduro: ¿escribís a mano? , me dijo, igual que si espantara una mosca, y remató: ¿qué, vos no? Ahí me horroricé, apreté los puños, pensé que algo tenía que decir, explicarle que mi letra era horrible, que no tenía sentido escribir si después no iba a poder entenderlo. Por suerte no llegué a decir nada. Ella habló antes, aclaró: en realidad hago algunas notas, cosas sueltas. Después me siento en la computadora y escribo.
Desde ese día tengo un cuadernito, uno que trato de llevar a todas partes, uno que miro de reojo, con algo de culpa, cada vez que salgo sin la decisión de llevarlo.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Intento escribir todos los días de semana, y suele ser a la misma hora. Y no porque piense que así deba ser, sino, más bien, porque en el resto del tiempo tengo otras obligaciones. De todas formas, me tomo la escritura con la seriedad necesaria como para no escribir los fines de semana y sí durante los días que siento laborables.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Es difícil de medir el tiempo que se le dedica a la escritura. Por lo menos para mí. ¿Son las tres horas en las que estoy sentado (o cuatro, o dos)?, ¿las diecisiete horas en que estoy despierto?, ¿los cuarenta minutos en los que de verdad escribo (muchas veces me quedo pensando en cualquier otra cosa, miro por la ventana, trato de no contar los bocinazos que llegan desde la calle, despego una manchita de la mesa con la sola ayuda de una uña)?

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Matar tiempo suele resultarme indispensable, no puedo escribir si antes no perdí una buena cantidad de horas haciendo nada. Es como si tuviera que prepararme, o algo así. Claro que cuando digo “haciendo nada” me refiero a hacer nada sentado frente a la computadora. Algo así como las cuatro horas de Chandler: a) no es necesario que escribas, b) no podés hacer otra cosa que no sea escribir.
No pienso que el resto venga solo, pero sí que éste, sin dudas, es el principio.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Tardo bastante en dar por terminado un texto y, por lo general, antes de estar seguro de que ya está, lo hago circular entre algunos compañeros. Después lo corrijo, o lo ajusto donde me parece que le hace falta. Termino escribiendo varias versiones del texto sin grandes cambios pero sí con detalles que, por lo menos para mí, hacen diferencia. Es más, si me preguntaran, diría que lo que define mi trabajo, aquello que se me aparece específicamente como el oficio de escribir, se encuentra entre la penúltima y la última versión de un mismo texto. Por ahí exagero, puede ser. Lo que quiero decir, es que muchas veces el trabajo de escritura, el trabajo de verdad, empieza con el fin la primera versión, o de la segunda (sí, en el preciso instante en que, años atrás, creía que el trabajo terminaba).

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Hubiera pensado que no tenía mucha relación. Le pongo libros, de vez en cuando la limpio y no mucho más. Pero si pienso en los libros, es distinto. Suelo volver bastante sobre lo que leí; algún recurso para robar, una marca o subrayado, un capítulo, un cuento. A los libros les hago rayas, los escribo, les hago dibujos, y me gusta saber que si quiero volver sobre algo en particular, voy a saber dónde está. De esto se desprenden dos cosas: uno, cuando presto un libro (no tengo problema) pido que me lo devuelvan rápido; dos, trato de no leer libros prestados, o, si ocurre, lo termino comprando inmediatamente después de leerlo (y hago las marcas que le habría hecho desde un principio si hubiera sido mío).

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

El Embrujo de Shanghai, de Juan Marsé. No lo puedo conseguir. Si alguien lo tiene, por favor, regálemelo (guardo cierta coherencia, no puedo pedir que me lo presten).

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Cada vez que alguien me pide que le recomiende algo para leer, dudo y no sé qué decir. Me declaro un pésimo recomendador de libros. Por tal razón, y como no sé qué responder a esta pregunta, me limito a nombrar cinco libros que están en mi biblioteca, en el sector de los monstruosEl sonido y la furia, W Faulkner; Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé; Boquitas pintadas, Manuel Puig; Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: una introducción, J. D Salinger; El varón rampante, Italo Calvino.

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Creía que Salinger era una autor sobrevalorado. Había leído El guardián en el centeno (o El cazador oculto, The catcher in the rye, en cualquier caso) y no me pareció que estuviera a la altura de su fama. Cometí el error de pensar lo mismo de Salinger. Años después, entre la cantidad de libros que me habían regalado para un cumpleaños estaba Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: una introducción. Lo miré, lo di vueltas para un lado, le di vueltas para el otro, suspiré, terminé pensando: a éste lo leo último. Cuando finalmente lo leí, como quien lee desde el rabillo del ojo, escondido tras una lista de prejuicios, caí en la cuenta de que se trataba, al menos para mí, y de forma sorprendente (y gratísima, gratísima, gratísima), se trataba de una joya. Tuve que pedirle mis más sentidas y honestas disculpas al autor; sí, y quiso la casualidad (Salinger acababa de morir, aunque yo aún no lo supiese) que se las pidiera mirando al cielo, o al techo, más concretamente.
Desde entonces siento que en él conviven dos injusticias, las dos de similares dimensiones: Salinger es un autor sobreestimado por El guardián en el centeno; Salinger es un autor subestimado por el resto de su obra. Pensándolo bien creo que la segunda injusticia es la más penosa, más oscura y más descorazonadora.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

Diría que ninguna. Hay días en los que me siento con más suerte y días en los que me siento con menos. Eso es todo. Hay días que necesito perder mucho tiempo para ponerme a escribir, y otros en los que ya estoy tecleando antes de que la computadora termine de encenderse (son los menos). No sé si es inspiración. Probablemente se trate de cierta claridad, o de estar enfocado. Yo no pienso que uno se inspire y después escriba algo, así, de la nada. Me parece que cuando ya le diste las vueltas suficientes al asunto, cuando encontraste una forma de expresar eso que querías expresar, parece todo sencillo. Lo escribís como si te lo dictaran, casi sin tener que obligarte a llevar las manos sobre el teclado.
Claro, esto se parece más, en sí, al trabajo que a la inspiración.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

No estoy seguro de saber qué es lo que hace que uno sea o no un  buen lector. Yo me considero uno bueno, pero en realidad, no sé por qué, con qué criterio, ni desde cuándo. Hasta puede que sea injusto. Confío en mi juicio como lector como otros confiarán en su sentido de la ubicación, instinto para los negocios u oído. Y no digo que tenga algún saber particular sobre lo que leo, digo, simplemente, que confío. Si lo que leí me gusta, pienso que es bueno, que algo en ese texto corre y tiene la vida que debería tener ese texto, si no, a lo sumo, pensaré que es regular. Y podés tratar de convencerme, y hasta puedo aceptar que para vos, vos tengas razón, sí, pero, en relación a la lectura, y cuando estoy solo, cuando me siento y abro un libro, achinando los ojos para esquivar las primeras palabras, las que saltan primero, ahí sí, ahí confío, siempre, confío más en mí.
Y en definitiva creo que de eso se trata, que leer se trata de eso: ver dónde te pegan las palabras cuando ya no podés esquivarlas.

Bonus Track:

 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado.


Tengo que estar muy entero para escribir. En realidad, tengo que estar muy entero para obligarme a escribir. Cuando estoy de buenas, cuando ya tengo en la punta de los dedos lo que voy a hacer, no es necesario que me encuentre en ningún estado en particular. Me da lo mismo. Me siento y escribo. Y lo que pueda consumir no tiene mucha relación con lo que haga, ni con la calidad de lo que haga. De otra forma sería muy sencillo. Demasiado, diría. Y, si bien no hace falta nada en particular, escribir, muchas veces, me resulta endiabladamente difícil.

¿Nos mostrás tu biblioteca y tu lugar de trabajo?



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