Osvaldo Aguirre

1-¿Dónde escribís? 

En general en mi casa. Pero puede ser en cualquier parte donde esté: en un bar, en un locutorio, por ejemplo. 

2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

De las dos maneras. Lo que escribo a mano son en general apuntes, ideas, registros de cosas que escucho o que veo. En computadora la escritura es más formal, por decirlo así.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Casi todos los días, ya que trabajo escribiendo y mi trabajo en periodismo no está separado de mi trabajo en literatura.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Lo que puedo, en función del resto de las ocupaciones. Pero tal vez no sea un problema de cantidad de tiempo sino de la intensidad del momento de escritura. Los textos, me parece, tienen su tiempo. No necesitan las veinticuatro horas ni años de escritura, sino una dedicación especial en el momento en que se los aborda.

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Depende. La última novela la escribí escuchando El mató a un policía motorizado.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Como decía antes, un texto tiene su tiempo. Hay un momento en que ya no se puede decir nada más o en que la corrección no agrega nada significativo. Es un momento en que uno ya no es el escritor del texto sino su lector, en que empieza a alejarse de lo que escribió. Si se trata de algo a pedido, el recorrido ya está definido; si no hay un pedido, el texto queda en suspenso, ¿no?, a la espera de que algo lo movilice. Más allá de la ansiedad que uno puede tener por publicar, está bueno que un texto permanezca inédito, es también una prueba.

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Desordenada. Muy frecuentemente traspapelo libros y papeles.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

Río, de Amanda Poliester.

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Poesía completa, de Aldo Oliva; Versos para despejar la mente, de Francisco Gandolfo; Biografía de Rosario, de Fausto Hernández; La forastera, de Estela Figueroa; la obra de Juan Manuel Inchauspe.

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Uno de los menos valorados es sin duda Fausto Hernández (Rosario, 1897-1959), un escritor excepcional que está muy olvidado. Las sobrevaloraciones tienen una importancia muy relativa, salvo que hablemos de, por ejemplo, Sábato, Benedetti, ese tipo de escritores. Pero más bien se podría hablar de gustos. Por ejemplo, por decir, no me gusta la poesía de Hugo Mujica. O, por decir, no me gusta Abelardo Castillo. Diría que me desagrada la figura que ha construido o que le han hecho. Alberto Laiseca me parece, en ese sentido, genuino; Castillo, solemne.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

No sé si se me ocurren muchas ideas. A veces me canso de escribir algunas cosas y trato de explorar otras nuevas. Me parece que por el lado del límite borroso entre ficción y no ficción se abren muchas posibilidades.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

Cuando se olvida de su ego.

Bonus Track:
 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado.

En una época intenté escribir unos textos sobre experiencias con cugumelos. Estaba leyendo las Cartas del yagé, de Ginsberg-Burroughs y sobre todo El infinito turbulento, de Michaux, sobre sus experiencias con mescalina, un libro hipnótico. El resultado me pareció muy malo y terminé tirando todo, cosa que ahora lamento, ya que no tengo ningún recuerdo de lo que escribí (salvo que era algo oscuro, influido por Michaux) y me da curiosidad. De todo eso quedó un poema, en otro registro, “Los campos magnéticos”, que publiqué en la primera edición de mi libro Las vueltas del camino y que eliminé de la segunda, porque no tenía que ver con el tema y el ambiente del resto. De todas maneras la relación entre literatura y drogas, la historia cultural de las drogas, me interesa mucho; es algo que me gustaría profundizar.



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