Juan Manuel Candal



1-¿Dónde escribís?

Si nos referimos al acto físico, en mi escritorio. Ocurre que mi escritorio se ha mudado muchísimo: seis casas diferentes en los últimos ocho años. Ahora, en una de esas casas escribí muchísimo. En otra, la anteúltima, por primera vez no pude terminar una novela durante más de un año entero. Mi relación con mi entorno, mi espacio, es fundamental. De cualquier manera, y como se ve en la foto, una pulseada con el caos rodea ese espacio la mayor parte del tiempo.

2- ¿Trabajás en computadora o a mano?

En computadora. Tengo una libreta negra en la que tomo apuntes y hago diagramas.

3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

Si hablamos de sentarse a escribir, no. Pero en mi cabeza, ese proceso continúa casi todo el tiempo. Sin ir más lejos, esta última semana no pude hacerme el tiempo para escribir —poner palabras en una página—, pero en mi cabeza estuve desarrollando y concluyendo muchas historias de una novela coral que estoy escribiendo. Estoy brotado de finales.

4-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Varía. Generalmente, cuando empiezo una novela —y hablo de novela porque últimamente no estoy interesado en producir cuentos nuevos—, sesiones de varias horas que son producto del empuje inicial. A mitad de camino voy peleando más con el texto, el texto se rebela, me cuestiona y me torea, no se deja moldear, y entonces los períodos son más cortos, intensos y agotadores. Hacia el final, suele ser un sprint entre 8 y 16 horas sin parar. En agosto terminé una novela nueva. Escribí literalmente todo un sábado y cuando me acosté casi 20 horas después de empezar, creía que tenía el texto terminado. Me desperté 4 horas más tarde, con el amanecer del domingo, seguro de que a ese capítulo final le faltaba algo, así que me levanté y escribí unas 7 u 8 horas más de corrido. Disfruto muchísimo de esas maratones cuando se está cerca de la meta.

5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

No, aunque han ido cambiando algunos aspectos. Hasta el 2011 escribía con música de fondo, y desde entonces, al contrario, necesito el silencio. En los últimos meses descubrí que a veces me hace bien cortar después de un rato largo, salir a dar una vuelta, patear las calles un poco, oxigenarme, mirar las esquinas y las alturas. En las calles siempre encuentro algo, un detalle mínimo a veces, algo que me fascina. Y eso muchas veces me dispara algo que luego aplico a lo que estoy escribiendo. Y si no, es el aire al menos. El aire siempre ayuda.

6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Este tema es espinoso. Porque un texto puede ser pulido —y por ende, podemos tener al menos la ilusión de estar mejorándolo— infinitamente. A la vez, la reescritura obsesiva suele quitarle algo de la intención inicial, de la garra, de la entraña. Creo en la reescritura, pero creo que no se debe abusar de ella en pos de lo que pomposamente podríamos llamar la belleza literaria.

7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca? 

Por cuestiones que no vienen al caso, el 90% de mi biblioteca no está conmigo en este momento. Es un reencuentro muy anticipado. Mientras tanto, en la cabecera de mi cama hay una mesa de luz con varias pilas de libros. Eso es lo más parecido a una biblioteca que tengo en este momento. Una bibliotequita móvil, digamos.

8- ¿Qué libro te gustaría leer?

Hace unos años hice el siguiente cálculo: por año leo unos 70 libros aproximadamente. ¿Podemos decir que tal vez me queden 40 años de vida? Seamos optimistas. Bueno, 40 x 70 = 2800. Me quedan menos de 3 mil libros en mi vida útil de lector, así que trato de evitar ciertos caminos que no siento fértiles. Y de ahí que desde hace un par de años, lo que intento evitar es seguir leyendo “clásicos”. Leí muchos en otros tiempos, pero tengo clarísimo que me interesa invertir mi tiempo en lo que se escribió sobre todo desde mitad del siglo XX para acá. Me interesan mis contemporáneos mucho más que la historia de la literatura.

9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

No necesariamente libros que considere los mejores que he leído, pero sí aquellos que me hace bien tener cerca. Y ahí te puedo hablar de autores más que libros. Me hace bien tener cerca a Jonathan Lethem, Martin Amis, Paul Auster, Julian Barnes, y Stanislaw Lem. Si me decís que no hay ningún argentino, tachame la doble e incluí a Cortázar.

10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

Casi nadie debe responder con sinceridad esta pregunta para evitar represalias. Creo que los autores sobrevalorados son básicamente los que responden a dos categorías: a) aquellos que han puesto un kiosquito en el barrio de la marginalidad y venden el miserabilismo a precio de dólar blue, y b) los autores que han trabajado hasta el extremo la fórmula del cuento cortazariano, que producen breves relatos perfectos pero infértiles, tan llenos de oficio como faltos de lucidez para resignificar algo en el orden de las percepciones, que es lo que me parece que logran los buenos escritores. Poco valorado, en Argentina, y por las razones más abyectas: Andrés Neuman.

11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

Me parece que los autores que hablan del trabajo en lugar de la inspiración tienen más de oficio y taller que otra cosa. La inspiración entendida como epifanía, como un dulce y violento cachetazo que te sacude y te impide hacer otra cosa que intentar poner en palabras algo que apenas pudiste vislumbrar y que no cuaja en el orden del discurso. La pulseada posterior con las palabras es, quizás, el proceso literario.

12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

Yo creo que todos nacemos buenos lectores y nos convertimos luego en una versión más pobre y cínica, perdemos cierta ingenuidad receptiva en pos de construir un lector sofisticado. Ese lector un poco snob se para frente a muchas obras en plan a ver, librito, convenceme. Tanto como puedo —y no siempre puedo—, yo trato de invocar a ese lector ingenuo, sobre todo cuando no me gusta lo que estoy leyendo, trato de encontrar algo en ese libro que me seduzca. No siempre lo logro, por supuesto.

Bonus Track: 
-Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado

El director de cine Stanley Kubrick decía que el problema de hacer cine, música, arte, estimulado por sustancias es que se está en un estado de consciencia fascinada que encuentra todo fantástico y se vuelve incapaz de distinguir lo verdaderamente valioso. El alcohol, el faso, dámelos en una reunión con amigos, no a la hora de escribir.









No hay comentarios:

Publicar un comentario