Pablo Dema



1-¿Dónde escribís? ¿Trabajás en computadora o a mano?

Tengo cuadernos y libretas, agendas y anotadores. Son más que nada un índice de un deseo de escribir pero no el lugar real de escritura. Escribo en computadora el noventa por ciento de lo que hago. Cuando se trata de poesía, muy rara vez me siento en la computadora sin haber plasmado la idea del poema dos o tres veces a mano en alguna librera.

2- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?

No escribo todos los días ni tengo un horario fijo para hacerlo. He pasado por distintas etapas y cambios de hábitos. Siempre, de todos modos, escribo menos de lo que me impongo como meta. Siempre mi sensación es: “no estoy escribiendo nada”. Al inicio escribía a la noche, trasnoche mejor. Luego, cuando ya se me pasó un poco el mambo de creerme un poeta atormentado que creaba mientras el resto de los mortales dormía (además empecé a trabajar y a tener necesidades prácticas que resolver), comencé a producir mejor desde media mañana en adelante y por la tarde. Últimamente, este año, me ha pasado que tuve que escribir tarde en la noche sintiéndome muy agotado antes de comenzar. Sin embargo, para mi sorpresa, algunas veces, entre 23:00 y 03:00 trabajé tranquilo y con ánimo. Ya no fumo. Tomo café, mate, nunca alcohol porque me deliro y me dan ganas de ponerme a escuchar música o hacer otras cosas. Y al ratito me da sueño.

3-¿Cuánto tiempo le dedicás?

Lo que puedo. Pienso mucho, descarto mucho de lo que pienso. Tengo una imaginación con severas restricciones y escribo con bastante lentitud y dificultad. Si tengo una idea y puedo sentarme tres horas a desarrollarla me quedo muy contento. Lamentablemente eso no me pasa mucho. Siempre hay un horario que cumplir, una cuenta pendiente. Pero no me quejo, me da la impresión de que si tuviera tiempo de sobra para escribir no lo haría.

4- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?

Es importante que no haya gente o que los demás duerman. Sin música. Preferentemente en la butaca giratoria con rueditas que tengo hace varios años ya.

5- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?

Doy por terminado un texto cuando siento que di todo lo que podía dar técnicamente para realizar una primera pulsión que es muy básica y muy pura también. Me acuerdo qué es lo que quería hacer antes y lo cotejo con lo que quedó. Puedo sentirme contento con el resultado o decepcionado. Puedo también correrme del proyecto inicial y mirar el resultado con cierta objetividad. Cuando es así, pienso si puede funcionar en el universo de lo que ya he escrito sin aparecer como una contradicción en distintos planos (estético, político, ético). Entonces puede que lo acepte o lo rechace. En general las cosas quedan, los archivos están ahí. Si se da, los comparto con algún amigo o lector cercano, lo re-pienso. Mucho de lo que hago queda en un limbo, sigue ahí.
Un texto terminado es un texto que puedo leer bien en voz alta, para mí y para otros. Lo releo, lo “paso” varias veces para ver si funciona, si me sucede al leerlo lo que me pasa cuando leo un texto de un escritor de verdad.
Luego eso terminado queda a la espera de un espacio para darlo a conocer. Últimamente he tenido suerte, dos editores que admiro me publicaron. No sé si eso se va a volver a repetir.

 6- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?

Se me está pasando el fetichismo con los libros porque no tengo más lugar y porque conservo bastante material que sé que no releeré. O sea que ahora trato de que la biblioteca no crezca desmesuradamente ni se llene de cosas inútiles. Pero armar la biblioteca, comenzar de la nada y juntar y ordenar todo lo que fui leyendo en dieciséis años (desde que me mudé a Río Cuarto y comencé a estudiar) es una experiencia muy importante. La biblioteca es la realización material de una pasión que a uno lo constituye. Si alguien pregunta: ¿qué hiciste de tu vida? Uno no tiene más que señalar la biblioteca y decir: nada, leí esto. Una vida que tiene como práctica central la lectura y gira en torno a los libros, algo tan simple y tan misterioso como eso.

7- ¿Qué libro te gustaría leer?

Bizarra, de Rafael Spregelbur (lo tengo en las gateras, esperando el verano).

8- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?

Cualquier cosa de Kafka, cualquier cosa de Juan L Ortiz, cualquier cosa de Saer, cualquier cosa de Antonio Di Benedetto y Dublineses, de Joyce.

9- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?

El tema del establecimiento del valor es uno de los más importantes y de los menos visibilizados entre los lectores medios y los críticos. Todos juzgamos, votamos mejores libros del año, somos jurados de concursos, concursamos como escritores, etc., pero lo hacemos sin referirnos nunca a las condiciones del juicio. ¿Según qué criterios se juzga una obra y un autor? Si se abriera esa discusión los juicios serían más precavidos, menos absolutistas, más moderados y conscientes de su relatividad con respecto a una perspectiva subjetiva; a la vez quedarían en evidencia las arbitrariedades que muchas veces rigen las valoraciones. Me parece odioso dar nombres, pero creo que son notables las sobrevaloraciones de obras premiadas en los concursos de novela más conocidos.
Particularmente, me molesta mucho cuando se intenta levantar a un autor emergente mediante operaciones que tienen al juicio de valor de una persona de cierto reconocimiento como elemento central. No me digas que este nuevo autor es genial o que la rompe, no lo compares con Borges o Arlt; contame una experiencia de lectura significativa, hablame de lo que te pasó al leerlo, sé más explicativo, más descriptivo, da cuenta de cómo el escritor del que hablás tomó tu atención y te perturbó en cierto modo específico. Sergio Chejfec es un maestro en este sentido, su atención sobre los textos y el trabajo descriptivo lleva implícito el juicio.
Lo peor de todo en relación con este tema es el juicio de valor lapidario sin un trabajo argumentativo-descriptivo previo, sobre todo cuando es formulado por una figura de cierto peso sobre autores que están iniciando su carrera. Ahí me parece que el que hace el juicio simplemente cede a la tentación de ejercer su poder simbólico sobre alguien más débil. Creo que eso es simple sadismo.

10- ¿Qué relación tenés con la inspiración?

No creo que haya necesidad de seguir reproduciendo esa imagen clásica que viene de la antigüedad según la cual “algo” habla en uno cuando se escribe. Sí, en cambio, se podría traer a colación en relación con este tema una palabrita que encontré en un libro de un autor llamado Mihaly Csikszentmihalyi. La palabra es “fluir” y describe un estado psicológico muy placentero que se da cuando una persona está enfrascada en una actividad que representa un desafío acorde a sus posibilidades. Un músico copado en un solo, un científico que avanza hacia la resolución de un complejo cálculo, un deportista que enfrenta un momento que requiere el máximo despliegue de su capacidad, se encuentran “fluyendo”, dice este científico; no es están ni frustrados por un desafío que les queda grande ni aburridos porque el desafío está por debajo de sus posibilidades, están en la tensión justa, metidos de lleno en su tarea. Me gustó esa descripción y creo que se aplica a los momentos en los que uno está leyendo o escribiendo, en esa situación se pierde contacto con el contexto y si alguien te interrumpe te corta la “inspiración”, te baja de esa ola creativa en la que venías surfeando. Esa idea del “fluir” me hizo acordar a una imagen que aporta Roland Barthes cuando dice que el lenguaje a veces nos produce la impresión de ser como una máquina que funciona diáfanamente y produce un rumor, un ronroneo, el famoso “susurro del lenguaje”.

11- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?

Cuando lee durante mucho tiempo solo y en compañía de otros que le enseñan a prestar atención a los detalles. Ayuda leer tempranamente a los llamados clásicos bajo la guía de gente que ama esas obras y se siente feliz cuando otros descubren su riqueza.

Bonus Track:
 -Experiencias e impresiones de escribir estimulado por alguna sustancia o en un estado de conciencia alterado.

En la adolescencia escribí algunas cosas a cuatro manos, los sábados por la noche, con música, poca luz, pasado de alcohol o habiendo fumado porro. Eran juegos, exploraciones, que no dieron lugar a nada concreto ni relevante. Fue en la época del descubrimiento del surrealismo, una manera de entenderlo o procesarlo. Ahora pienso que el mejor estado para escribir es estar lúcido y descansado, ya que escribir es una práctica que requiere concentración y exactitud. Una novedad es que hace algo más de un año comencé a leer con cierto orden materiales sobre temas referidos a la meditación. Por ignorancia me burlaba de ese tipo de prácticas. Ahora creo que son algo muy serio y digno de una atención sostenida. En eso estoy, si persisto me imagino que pueden darse experiencias nuevas a nivel de la “conciencia”, como dice la pregunta. A lo mejor eso afecta la escritura, a lo mejor la anula o la torna innecesaria… no sé. No siento que mi identidad se sostenga absolutamente sobre la acción específica de escribir, sospecho que los autores que más me importan me importan no porque son escritores sino porque estaban buscando algo y fueron a fondo. Y un día ya no necesitaron escribir. 












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